martes, 13 de mayo de 2008

Exuberantes, frescos, tus jardines
daban jazmín a la luz de mi mañana.
Dentro de la muralla de mi alma,
de esta tumba jardín de herido acento,
ya no había lugar para los negros
tugurios del dolor y la miseria.
Porque Jesús pasaba...
La lepra abandonaba sus muñones,
el hambre se saciaba,
la agonía volaba del asfalto.
Todo se hacía frondoso,
se elevaba en un trino de palmeras,
en brisa de magnolios,
enredado en la grácil buganvilla
que crecía a los pies de tu Cruz…
Cada latido olvidaba sus batallas,
las cadenas se rompían
y en tu abrazo de amor indestructible
me dabas eterno descanso…

No hay comentarios: