
No me quieras tanto, estaba escrito
en la frontera de mis celosías
y en la palma de mis manos afiladas.
Esa fue la advertencia que
Tú no podías oír, mas yo empuñaba
las seis facas del miedo y en mi patio
las tardes de domingo
eran un claustro inútil donde el tiempo
ya no llevaba forma de madeja
ni giraba, preciso, con las ruecas,
pero tenía un vértigo de aljibe
y angustiosos desórdenes de lirios.
No me quieras tanto, grité por plazas
con torres de palomas destructoras,
bajo aquélla tentación de acantilados.
No me quieras tanto y una fue tu única respuesta:
el silencio indescriptible de tu Cruz.
MI JESÚS, MI AMADO
1 comentario:
Cariño, qué bien describes la relación de amor con Dios... Le doy gracias por los dones que te da, espero que sigas alumbrandonos desde tu rinconcito.
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